Sir William Golding, todo un clásico del S.XX que hay que leer hoy.
William Golding fue el caballero británico y Premio Nobel de Literatura que nos advirtió que podemos evolucionar hacia lo racional y lo civilizado pero también hacia lo salvaje.
A William Golding le tocó vivir un siglo convulso, sólo se perdió la primera y la última década del S.XX, las ocho restantes las cargó en su alma temerosa y creativa y dejó buena cuenta de ellas a través de su obra literaria, una obra deliciosa y fácil de leer que se comprende en toda su profundidad cuando se conoce un poco más al personaje que la escribió. Y eso vamos a hacer hoy, conocer a William Golding.
Nació en Newquay, Cornualles, una pequeña población inglesa junto al mar, fue probablemente ahí donde empezó a amar el mar y la playa, era tal su pasión que de niño solía zambullirse en el agua sin importar la estación del año ni lo fuerte que fuese la marea; una audacia la suya que no se aplicaba en la misma medida a otros aspectos de su vida y es que Golding conservó hasta el fin de sus días su miedo a la oscuridad, detestaba las últimas horas del día. Cuenta su hija Judy que si su padre eligió pasar sus últimos años en Cornualles no fue sólo por los buenos recuerdos de sus vacaciones infantiles junto al mar o por su amor a esa tierra sino por la luz y también por eso eligió una casa de amplísimos ventanales en todas sus estancias.
Pero ¿de dónde procedía aquella especie de terror nocturno que lo acompañó toda su vida? dicen que el origen de aquel miedo estaba, probablemente, en la casa en la que creció, una a la que se mudaron sus padres un año antes de nacer su hermano mayor Joseph, cuando su padre, que era profesor, consiguió trabajo en una escuela en Marlborough; al parecer aquella casa estaba situada junto a un cementerio, el pequeño William veía las lápidas desde las ventanas, algunas de ella apiladas junto al muro de su jardín y le dio por pensar que los muertos estaba en el jardín y por eso, si salía al jardín, lo hacía para subirse a un árbol, no para pisar el suelo ¿y si los muertos se molestaban y se paseaba de madrugada por la casa?.
Fue el menor de dos hermanos, su padre era un profesor respetado de ideas socialistas y su madre una defensora del sufragio femenino, William era buen estudiante y también mostraba un magnífico rendimiento en los deportes; llegado momento, inició sus estudios en la Universidad de Oxford; sus inicios en la universidad no fueron fáciles porque estudiaba ciencias muy a su pesar, tal era el pesar que acabó por abandonar las ciencias y pasarse a la literatura inglesa, un cambio que le permitió después ganarse la vida como profesor y como escritor.
Poeta, ensayista y novelista Golding era el rey de la palabra y su imaginación le permitía jugar con ella creando historias inimaginables, claro que no eran historias que se le ocurrían al azar, no eran aventuras épicas ni de ciencia ficción sino alegorías de la misma vida, nacían de sus experiencias.
Hay que reivindicar el valor de la palabra, poderosa herramienta que puede cambiar nuestro mundo.
Entre esas experiencias cabe destacar algunas que influyeron de un modo capital sobre la forma de ver el mundo de nuestro escritor; la primera sucedió en su casa de Cornualles, junto a la playa, cuando era todavía un niño y fue probablemente el recuerdo más oscuro que conservó de sus doradas playas atlánticas: corrían los años de la I Guerra Mundial y submarinos alemanes atacaron barcos de suministros británicos no lejos de las costas de Cornualles; a William, por su corta edad, no se le permitió acercarse a la playa pero su hermano sí pudo ir y, al regresar, le contó a William como llegaban los botes salvavidas con trozos de hombres… Con historias como ésta se explican las pesadillas del pequeño William e incluso se entiende que algunas las recordara vívidamente durante toda su vida.
Cuentan que, si bien Golding se rebeló como un buen estudiante, sus inicios en el colegio no fueron fáciles e incluso llegó a las manos con otros niños, fue la intervención de su madre y sus profesores la que acabó con nuestro William recibiendo un reconocimiento por su correcta actitud ¿sería éste episodio un anticipo de lo que estaba por llegar? cabe que sí porque otra de las historias que se cuentan y se dicen de Golding es que casi violó a una niña… claro que él no era mucho mayor que la niña y siempre pensó que la muchacha en cuestión tenía tantas ganas de fiesta como él, el hecho no se consumó y la chica escapó como alma que lleva el diablo del apasionado William pero cuentan también que años más tarde lo sedujo y se lo llevó al huerto anticipando a su padre lo que iba a suceder para minar así el buen concepto que el señor Golding tenía de su hijo más allá del disgusto que le dio optando por la literatura frente a las ciencias ¿a santo de qué este enredo de la muchada en cuestión? venganza, dicen… también dicen que William escribió esa historia para que la leyera su esposa y estuviese prevenida de lo que había ocurrido y del tipo a veces salvaja con el que andaba en tratos… (él mismo).
William Goldwin se casó y tuvo dos hijos pero antes de nacer el segundo su vida le guardaba episodios casi inenarrables… se alistó en el ejército británico y participó en dos episodios clave de la II Guerra Mundial: la persecución y el hundimiento del acorazado Bismark y el desembarco de Normandía. Lo que vio, lo que sintió y lo que vivió entonces tiene mucho que ver con su concepción del ser humano, Golding sabía (y lo sabía porque lo había visto) que el ser humano podía perder la razón y comportarse como el animal más salvaje entre todos los animales salvajes.
Así, mientras otros socialistas confesos como HG Wells o incluso Orwell acusaban al sistema y a las estructuras de poder de corromper la sociedad y al hombre, Goldwin pensaba que el origen del problema estaba en el mismo hombre y no en entes abstractos como el sistema, la maldad estaba en el hombre como estaba la bondad (al 5o%, decía Golding) y eran las elecciones del hombre las que lo llevaban al desastre. Esa evolución de la racionalidad al desastre es lo que nos muestra, a través de un delicioso relato alegórico, en El Señor de las Moscas pero esa, es otra historia…
Si a Orwell hay que leerlo para entender hasta donde nos pueden llevar, a Golding hay que leerlo para entender hasta donde podemos llegar. Y no sólo porque lo digamos nosotros, lo dijo también la Academia Sueca cuando le concedió el Premio Nobel de Literatura:
(…) for his novels which, with the perspicuity of realistic narrative art and the diversity and universality of myth, illuminate the human condition in the world of today.
(…) por sus novelas que, con la perspicacia del arte narrativo realista y la diversidad y universalidad del mito, iluminan la condición humana en el mundo de hoy.