5 curiosidades de Henry James, el escritor trasatlántico de sexualidad indefinida, que te sorprenderán.

Te contamos algunas curiosidades que probablemente no sabías de Henry James y que te sorprenderán además de arrancarte alguna que otra sonrisa.

Henry James era un tipo poco corriente, excéntrico cabría decir, de ahí que en su vida haya algunas curiosidades dignas de ser contadas; tenía fama de snob aunque, por lo que sabemos, no es ese el calificativo que mejor lo definía; era un observador nato, de hecho su obra parece una larga novela que cuenta cómo era la vida en el tiempo que le tocó vivir y en ocasiones da la sensación de no ser más que el notario de su época, como si él mismo estuviese ausente de su propia vida y no fuese más que un ente a medio camino entre un cuentacuentos y un historiador.

Claro que lo que nunca debemos olvidar es que Henry James era un lector empedernido y un crítico implacable, un trabajador incansable de la literatura que tenía un ego un poco particular. Detestaba a Oscar Wilde y era amigo íntimo de Edith Warthon, escribió un número indecente de cartas a lo largo y ancho de su vida porque vivió siempre lejos de los que más amaba, ¿éxito? el suyo en su tiempo fue moderado, aunque fue, el reconocimiento le llegaría con los años y lo vería él desde el cielo si es que tal lugar existe porque no fue hasta pasado un tiempo largo de su muerte cuando los eruditos de la literatura dieron en reconocer la técnica literaria de Henry James, un tipo la mar de interesante tanto en lo personal como en lo literario del que a continuación te vamos a contar alguna que otra curiosidad…

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    Su padre era un tanto friki

    Que cambiase de colegio a sus hijos de forma constante para evitar que ninguna línea educativa hiciese mella en la mentalidad de sus hijos, aunque tenga su lógica, no deja de ser algo un tanto raro… aunque no tanto como el episodio paranormal que él mismo narró y que, según cuenta, dejó huella en el hermano mayor de Henry James.

    Henry James padre dijo haber sentido una presencia paranormal en su casa de Windsor, no vio nada, pero sintió un terror inmenso que nacía de la presencia de una alma oscura y terrible en la casa… El hermano mayor de Henry James llegó a sentirlo también, nuestro Henry no, en absoluto, en ese sentido era un tipo de lo más normal.

  • 2 5

    Él era tartamudo

    No era una tartamudez grave pero sí molesta, especialmente para un tipo elegante y sociable como era Henry James, de ahí que pusiera tanto empeño en deshacerse de ella, lo logró esforzándose en hablar siempre de forma pausada.

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    Detestaba a Oscar Wilde

    Era un odio que parecía más profesional que personal, al fin y al cabo Henry James no sólo era un escritor sino también un muy respetado crítico literario; claro que, sabiendo el poco éxito que obtuvo nuestro Henry James como escritor de teatro y el mucho que disfrutó Oscar Wilde, nos da que pensar… Llegó a llamarlo ‘sinvergüenza de pésima calidad‘, aunando en una sola frase el reproche personal y profesional.

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    Incluso su amiga Edith Wharton reconocía no entenderlo

    Eran muy amigos y ella una admiradora rendida al arte literario de Henry James, por eso tiene relevancia que incluso ella, que lo conocía personalmente y que disfrutaba de su obra, llegó a decir que algunos pasajes de sus obras eran incomprensibles… (lo que no sabemos es si la escritora de La Edad de la Inocencia había tratado de leer a James Joyce cuando hizo tamaña revelación).

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    Constance Fenimore Woolson fue su ¿amiga especial? no tanto como sus vestidos...

    Ésta es, sin duda, nuestra anécdota favorita de Henry James. Imaginaos la situación: su amante o amiga íntima (hay dudas al respecto porque fueron ambos el colmo de la discreción, incluso acordaron destruir las cartas que se escribieron y sólo se conservan cuatro) muere, no se sabe si porque cae por la ventana o directamente se tira por ella; suicidio o no, la cuestión es que Constance Fenimore Woolson era una escritora americana tan expatriada como Henry James y no había nadie más que nuestro escritor para hacerse cargo de las pertenencias de la muerta. Estaban en Venecia. (¡Tremendo drama hubiera escrito Shakespeare con esta historia!)

    El bueno de Henry James asumió pues la responsabilidad de recoger el apartamento de su amiga pero no supo que hacer con sus vestidos, se sintió incapaz de venderlos o regalarlos y quiso otorgarles el mismo destino que, en cierto modo, su dueña eligiera para sí misma por eso ordenó que fueran tirados en la parte más profunda de los canales de Venecia.

    La verdad es que, siendo como eran los vestidos de la época, no es extraño que se hicieran un globo reteniendo aire entre sus faldas y no se hundieran pero no deja de ser cómico y a la vez espeluznante imaginar el empeño de unos en hundirlos y el suyo en flotar… Lo que no sabemos es que fue finalmente de los tercos vestidos.

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