J.G. Ballard, el inquietante escritor de ‘no ciencia ficción’.
Nos acercamos a la vida de J.G. Ballard para entender un poco mejor su inquietante obra.
J.G. Ballard es, como su propio nombre indica, el escritor de lo ballardiano, un creador de historias que ni son ni dejan de ser ciencia ficción, el inventor de mundos ya inventados, de realidades paralelas y de posibilidades que acongojan a quien las lee; ¿y cómo logró crear un universo literario tan suyo, tan como él mismo? Cabe que la intensa historia de su vida tenga algo que ver por eso vamos a repasarla a continuación.
J. G. Ballard nació en Shangái, donde su padre trabajaba en una empresa del sector textil, corría el año 1930; unos 12 años más tarde, con nuestro escritor convertido en todo un adolescente, su familia fue llevada a un campo de concentración por obra y gracia de la II Guerra Mundial; los japoneses ocuparon Shangái y Ballard, junto a su familia, se vio condenado por nada, las consecuencias de aquello puedes leerlas, o verlas en pantalla, gracias a la obra El Imperio de Sol, probablemente la novela más notable de Ballard y una de las inolvidables películas de Steven Spielberg.
Cuando aquel encierro, que duró unos tres años, terminó, Ballard regresó a su Inglaterra no-natal y llegó a empezar la carrera de medicina (cursó dos años), trabajó en varios asuntos menores por aquello de ganarse la vida, ingresó en la RAF y dio con sus huesos en las letras, los medios y la literatura; de ahí en adelante su vida amenazaba con ser una tranquila y sencilla vida feliz, se casó, tuvo tres hijos…, pero enviudó de forma inesperada y temprana, ocurrió en España: durante unas vacaciones en Alicante su mujer, que contaba solo 34 años, enfermó de neumonía y murió.
Ballard regresó a Inglaterra y se dispuso a criar él solo a sus tres hijos, cosa que hizo lo mejor que pudo y supo, según el mismo pensaba; cuentan las crónicas de la época que tras llevar a los niños al colegio regaba su primer té de la mañana con un generoso chorro de whisky y algo de cierto debía haber en ello porque llegó a perder su licencia de conducir; alguno de sus hijos reconocía que su casa, durante su infancia, era un ‘caos liberador’.
Con semejante bagaje personal, Ballard afrontaba la escritura no tanto como un medio para curarse ni para crear mundos nuevos sino para entender el mundo porque lo cierto es que le costaba comprenderlo, cosa lógica si pensamos que verte a los 12 años separado de tus padres en un campo de concentración japonés o ver morir a tu pareja con solo 34 años son cosas que más que comprensibles se nos antojan terribles, también a Ballard que solía decir que la naturaleza había cometido un terrible error con su mujer.
Ese modo de afrontar la escritura es lo que nos hace calificar a Ballard como un escritor de no ciencia ficción: siendo puristas su obra es ciencia ficción (así la verás catalogada en cualquier librería o biblioteca) pero los vínculos de sus historias con el mundo real y tangible son tan intensos que a veces resulta fácil olvidar que estás leyendo ciencia ficción, de ahí lo inquietante que es en ocasiones su obra; Esos intensos vínculos con la realidad se explican del modo más intimista que puedas imaginar, no son pocos los personajes de Ballard que en la historia que de ellos nos cuenta el escritor avanzan hacia delante pero al mismo tiempo se adentran en sí mismos, sus ideas y pensamientos, en ocasiones la realidad que nos cuenta va por un camino que no es el que recorren los personajes que la protagonizan pero, además, Ballard no habla de viajar a Marte ni al centro de la tierra, habla de mundos mucho más cercanos, casi tangibles.
En cuanto a su obra cabría recomendar El Imperio del Sol y Crash como sus dos obras más populares, que lo son en gran medida porque ambas cuentan con notables adaptaciones al cine (la primera de Spielberg y la segunda de David Cronenberg) pero, dados los tiempos que corren, nosotros te recomendamos Milenio Negro, la penúltima novela de J.G. Ballard, ambientada en un barrio de Londres (del Londres del universo ballardiano, por supuesto).