Te va a dar un Flush…
Y quien dice un flush dice un rubor, un goce… una risa tonta y una alegría sutil a la par que elegante y ciertamente intensa aunque durará poco…
Me declaro fan y no-fan del modernismo… Y no, no me estoy contradiciendo; me encanta el modo en que los escritores modernistas rompieron moldes reiventando el modo de contar historias además de renovar las historias mismas; de entre todos los modernistas Joyce es el más grande y del que me declaro a veces fan (cuando escribe Dublineses, por ejemplo) y a veces no-fan (dejemos a Ulises descansar en paz, al Ulises de Joyce, digo, que para un día que trabajó en su vida (el libro sólo narra un día de su vida) nos ha costado hasta dolores de cabeza); en otras ocasiones soy muy pero que muy fan, por ejemplo cuando leo Mrs Dalloway y luego están las veces en las que me maravillo, gozo y admiro profundamente la mente y al pluma de quien firma una historia modernista, aunque sea una historia pequeña, corta, sencilla, sin aspiraciones aparentes, me da un Flush, oigan, un Flush, sí, que en inglés es algo así como ruborizarse (emocionarse).
Flush es, además, el título de un relato de Virginia Woolf y también nombre de perro, es concretamente el nombre del perro de la escritora británica Elizabeth Barrett Browning que da a su vez título al relato de Woolf. Hasta aquí todo aparentemente clásico, normal, no especialmente modernista.
Pero resulta que el relato en cuestión es una biografía, todavía a estas alturas, y hace unos días que lo leí, me pregunto si Virgina Woolf escribió la biografía de un perro o la de una escritora, la Barret, a través de su perro porque lo cierto es que algo de ambas cosas hay en un relato que, por lo demás, es muy Woolf: magníficamente escrito, deleitándose en los detalles, regalándonos descripciones que casi se pueden oler, tocar, ver… y además de todo eso maravillándonos con su capacidad para ver, mirar, analizar y sentir el mundo a través de los ojos de un perro, de un precioso cocker spaniel de orejas largas, cola ancha y unos ojos atónitos color avellana, un perro aristocrático.
Así presentado el relato en cuestión puede parecer ocurrente y poco más, una buena idea, divertida y original ¡escribir la biografía de un perro!. Pero quien firma la historia es Virginia Woolf, una escritora cuya obra solo puede describirse con palabras que sean, como poco, sinónimos de ‘magnífica’ como magnífico es este relato ¿por qué? Porque Virginia Woolf no se limita a contar la vida del perro sino que nos cuenta lo que sucedía alrededor del perro (en el cuarto en el que Elizabeth Barrett vivía recluida para empezar) y lo hace, además, describiendo esa realidad victoriana, a veces glamurosa y a veces profundamente oscura, como lo haría un perro si pudiese hablar, es decir, no mira y describe como lo haría ella (o Elizabeth Barret) sino que mira, huele, toca, siente… como lo haría un perro y después lo cuenta.
Luego, al final, están las notas de la autora, donde completa detalles que no están recogidos plenamente en el texto, al hacerlo así quedan demostradas dos cosas: el intento de escribir un relato fiel a la realidad, el respeto a las reglas que constriñen los relatos cortos incluso si la pluma que los escribe es modernista y el afán de experimentación.
Flush no es un relato emocional, su fondo es más costumbrista que romántico a pesar de que, ya sea frontal o colateralmente, narra momentos que son puramente emocionales como el romance o la maternidad de la Barret y alguna que otra vicisitud del pobre Flush que nos ahorraremos comentar aquí para evitar spoilers indebidos; Virginia Woolf, como suele ocurrir con los escritores modernistas en general, no busca emocionarnos hasta la lágrima, no es su fin tocarnos las emociones para someternos a su pluma a través de nuestros sentimientos más bajos sino que pretende elevar nuestro espíritu hacia la más alta literatura y lo hace, además, ahorrándose el pecado capital de Joyce, es fácil de leer y comprender, es profundamente degustable.
Si buscas un relato agradable y placentero de buena literatura para terminar agosto… igual con este de Virgina Woolf te da un Flush.