Breakfast at Tiffany’s. Desayuno con diamantes.
Breakfast at Tiffany’s es una de las novelas cortas más deliciosas de la literatura universal…
No encontrarás amante de la literatura, especialmente si proviene del ámbito periodístico, que no diga que A Sangre Fría es la mejor novela de Truman Capote. Y cabe que sea cierto pero somos fans, muy fans, de Breakfast at Tiffany’s…
¡Silencio!
No estamos dispuestos a admitir lecciones de periodismo de no ficción siendo como somos una revista de libros, de amar y disfrutar los libros y la lectura, ni tampoco vamos a perdonar a quienes se lancen a hablar de esta deliciosa, sutil y profunda novela habiendo visto sólo la película, habiéndose conformado sólo con la película, una película que aun siendo deliciosa no sólo peca de dejarse cosas en el tintero sino de cambiar el final de la historia. No ahondaremos en esto, nos gusta poco (nada en realidad) caer en el spoiler fácil, no queremos destriparte la novela ni la película, sólo animarte a disfrutar de ambas.
Era la fealdad derrotada, que suele ser mucho más cautivadora que la verdadera belleza
La novela es deliciosa, sutil, sugerente… es como la propia Holly, imposible no amarla; es verdad que Truman Capote escribió la mejor y la primera novela de no ficción (sí, sí, A Sangre Fría) pero no es menos cierto que era un genio de la narrativa breve, de los cuentos y las novelas cortas; lograba como pocos armar una historia en pocas páginas, lo hacía insinuando más que detallando, comportándose ante las letras como un pintor impresionista ante un lienzo, dejando una impresión perfecta y deliciosa en su conjunto a base de trazos sueltos que, vistos de cerca, no significan apenas nada pero que a cierta distancia nos regalan una imagen de una belleza inolvidable.
Prefiero tener el cáncer que un corazón deshonesto (…) De cáncer se muere a veces, de lo otro, siempre
Si nos paramos a pensar en la historia que Capote cuenta en Breakfast at Tiffany’s tendríamos que hablar de una historia sórdida y terrible a la que no le falta detalle: desde el incesto hasta el matrimonio infantil pasando por la prostitución, la mafia, las drogas, el alcohol… y aunque todo forma parte de la estructura de la novela y emerge mientras avanzamos en la lectura, lo última palabra que se nos ocurriría utilizar para describir esta novela es sórdido ¿por qué? Porque la sutileza de Truman Capote, su capacidad para dar cuenta de esa sordidez sin caer en ella y sin obligar a sumergirnos en ella, dejando sólo acuse de recibo de su existencia, es sorprendente ¿cómo lo logra? Es magia… era un genio.
Nunca me acostumbraré a nada. Acostumbrarse es como estar muerto.
Era tan genial que de Holly no recordamos su terrible pasado, aunque lo conocemos, tampoco sus visitas a la cárcel todos los jueves, su vida mundana, sus paseos al tocador, sus llaves perdidas u olvidadas… no recordamos nada de todo eso aunque lo sabemos, recordamos que para leer ciertas cartas hay que llevar los labios pintados y sabemos de la existencia de los días rojos.
Hay magníficos novelistas que podrían escribir la historia del mafioso Tomato o la del escritor fracasado pero no del todo Jack o la del magnate brasileño que iba para político pero sólo Truman Capote podía haber escrito la historia de Holly, de Holly tal y como la leemos y recordamos, con todas sus sombras, sus silencios y sus misterios, con su filosofía de vida, vistiéndose siempre para la vida que quería, nunca para la que tenía ¿y todo para qué? Precisamente para eso, para tener la vida que quería o, al menos, para hacer como que vivía la vida que quería vivir…