Mucho ruido y pocas nueces. Como la vida misma.
Muchos ruido y pocas nueces es un drama de Shakespeare y también una comedia de enredos, un lío descomunal aliñado con odios y amores.
Much ado about nothing -mucho ruido y pocas nueces- es un drama de enredo clásico de Shakespeare que en esta ocasión resulta tener más de enredo que de drama aunque de éste punto del argumento no diremos mucho para no desvelar el argumento del teatro a quienes no se han adentrado todavía en el universo de Mucho ruido y pocas nueces.
Un elenco de personajes diverso y de diferentes estratos sociales, algo que es común a otros dramas de Shakespeare, hombres, mujeres, ricos, pobres, sirvientes, nobles, militares, terratenientes… y al menos un baile de máscaras; en esta obra hubiera encontrado buen acomodo la Celestina porque de lo que se trata es de hacer parejas entre las damas ya en edad casadera y los caballeros que vuelven condecorados por el éxito en el campo de batalla; luego está el asunto de los odios y las rabias alimentadas durante años ¿acaso alguien cree que el lado oscuro de la fuerza, cimentado en el odio y el miedo, es un invento de George Lucas y su Guerra de las Galaxias? no es así… ya en Muchos ruido y pocas nueces encontramos a un Anakin Skywalker, con máscara a ratos y sin espada láser, sin naves espaciales, destructores ni estrellas, muy humano y muy amargado por la envidia, por el odio, un medio hermano que bien merece el calificativo de maldito.
Y así se arma la confusión: con un malo, bien acompañado, y muchos buenos, un alguacil brillante sólo a ratos y una dosis adicional de desconfianza, de corazones heridos, de almas inocentes, de trampas y enredos, insisto, propios de la Celestina. De hecho, el propio Shakespeare niega, a través de Don Pedro, el valor de Cupido como arquero del amor frente a las artimañas humanas del mismo modo que hacia el final de su obra sentencia la importancia de o volubles que pueden llegar a ser los hombres. Y así, de forma velada pero inequívoca, Shakespeare desdeña el amor a través de un drama con tintes de comedia en el que el amor es poco más que un juego y su importancia una impostura.
since I do purpose to marry, I will think nothing to any purpose that the world can say against it; and therefore never flout at me for what I have said against it
Los dramas de Shakespeare suelen hacer honor a su nombre, son puro teatro, sí, por eso son dramas, y son trágicos también, por eso son doblemente dramas ¿cómo olvidar a Romeo muriendo por Julieta sin saber que ella estaba por resucitar y a ella volviendo a la muerte viendo que él ya no estaba entre los vivos? ¿Y Ofelia dejada de la mano de Hamlet y de la vida?
Nos gusta Shakespeare de principio a fin y en todos sus dramas pero más si cabe en sus finales felices por eso os recomendamos una paseo por el universo de Mucho ruido y pocas nueces, un mundo en el que conoceréis a Benedicto de Padua y Beatriz y descubriréis su fina ironía y su elocuencia además de su amor apasionado, a Hero y Claudio, más dulces, discretos y románticos, al temible Don Juan y al siempre sereno Don Pedro; las vidas de los unos interfieren con las de los otros, las lealtades y deslealtades que los rodean a todos ellos hacen, si cabe, más grande el enredo llenando sus días de equívocos impensalbes, algunos malintencionados y otros cometidos por amistad y por puro amor y al final… sonríes.
Esta obra, como sucede siempre con los clásicos, exige para su disfrute sólo una cosa que no es otra que la consciencia de cuándo fue escrita; las historias que cuenta Shakespeare ocurre en un tiempo que está años luz del nuestro y para disfrutar realmente de la esencia de la obra y de la grandeza de Shakespeare es necesaro ponerse las gafas de un lector del SXVII para acabar caminando en sus zapatos y poder vivir así Mucho ruido y pocas nueces en la grandeza de sus personajes y su historia sin que la ambientación de una época lejana y cruel nos estropee la lectura.
Y esta premisa sirve para esta obra y para todas porque para entender lo que se lee es necesario entender primero quién, cuándo y dónde lo ha escrito, hay que mirar siempre a través de los ojos del que escribe y respetar la historia porque no hacerlo es negarnos lo que fuimos y eso no nos lleva más que a negar lo que somos.
El mundo de Mucho ruido y pocas nueces es un mundo en el que la lealtad era un valor venerado, la valentía un virtud de la que no debía carecer ningún hombre del mismo modo que las mujeres debían ser siempre discretas y también sumisas… o al menos parecerlo; no conviene que el rechazo a este mundo de siervos y señores, damas y caballeros, nos estropee un buen drama como tampoco tendría gracia alguna que lo endulzásemos de tal modo que pareciera más un cuento de hadas que un drama de Shakespeare.
Quitemos el ruido y busquemos las pocas nueces porque, si hacemos ésto, descubriremos no una sino varias historias humanas de intensa emocionalidad que nos harán felices, como poco, el tiempo que dura un drama en cinco actos de Shakespeare.