Truman Capote. Alcohólico, drogadicto, homosexual… y un genio.
No lo decimos nosotros, lo decía él de sí mismo, así se definía, en base a su orientación sexual, sus adicciones y su arte literario. Hablamos de Truman Capote.
La verdad es que nunca se nos hubiera ocurrido definir a Truman Capote tal que así (alcohólico, drogadicto, homosexual, un genio) pero, dado que así se definía él, nos parecía feo quitarle la palabra… aunque no vamos a quedarnos con las ganas de hablar de Truman Capote como nos gusta, como el hombre que desayunó a sangre fría en Tiffany’s.
Y es que hay que tener mucha sangre fría para desayunar en Tiffany’s sin emocionarse (que se lo digan a Holly…), también para ver como tu amiga Harper Lee gana un Pullitzer por la única novela que escribió, una novela en la que además te descubres como uno de sus personajes, sin que a ti te roce el preciado galardón y lo cierto es que, titulara como titulara su novela más notable (a sangre fría…), Truman Capote era un animal humano, periodístico y literario de sangre muy caliente.
Nació en Nueva Orleans el 30 de septiembre de 1924, en los felices años 20, y se despidió del mundo en los locos años 80, entre un evento y el otro mediaron 59 años en los que no perdió el tiempo: Ganó el Premio O. Henry y también el Premio Edgar, fue miembro de la Academa Estadounidense de las Artes y las Letras, publicó artículos de viaje y una nutrida colección de cuentos, también guiones de cine y un inolvidable manojo de novelas entre las que cabe destacar El Arpa de Hierba, A Sangre Fría, la primera novela de no ficción, y Desayuno en Tiffany’s pero ¿quién era realmente Truman Capote?
Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio.
Era un tipo interesante, mucho más interesante que lo que su imagen de alcohólico obsesionado por el éxito dice de él: su nombre de nacimiento era Truman Streckfus Persons pero cambió su apellido, a los 11 años, por el del segundo marido de su madre que, curiosamente, era un cubano de origen español, de Canarias para más señas, se apellidaba García Capote; de este modo Truman dejaba atrás a su padre biológico, un embaucador de tomo y lomo, y se quedaba con su madre, que había sido Miss Alabama, y su nuevo marido; aún así su infancia no fue un mundo feliz: cuentan que su madre quiso abortar pero que su padre se negó y que en el tiempo que duró el matrimonio vivía en habitaciones de hotel en las que Truman se quedaba encerrado mientras ellos hacían su vida, el propio Truman reconoció que su mayor miedo de niño era que no volvieran y él se quedada encerrado para siempre; de hecho nuestro escritor contaba que empezó a escribir para conjurarse de algún modo frente al aislamiento en el que vivía, también fue un gran lector desde niño, es más, probablemente fueron sus hábitos de lectura los que lo llevaron a la escritura.
Tras el divorcio de sus padres se quedó a vivir con unos parientes en Monroeville, fue la época en la que conoció a Harper Lee, previa al segundo matrimonio de su madre que todavía tardaría en llegar y que acabaría con su adopción por parte de Capote (y el cambio de apellido) en contra de la voluntad de su padre biológico, tenía entonces 10 años y de ahí en adelante recibió de su padre de adopción más atenciones y cariño que de su padre y madre biológicos juntos.
Estudió en Nueva York y no tenía más que 17 años cuando empezó a trabajar en la revista The New Yorker (aunque lo único que hacía era seleccionar tiras cómicas y recortar periódicos, ninguno de sus cuentos fue aceptado para su publicación); ya por entonces se declaraba homosexual, Truman Capote no vivió nunca en un armario…; cuatro años mantuvo el trabajo en The New Yorker como medio de subsistencia, lo deja y publica sus primeros relatos, a los 23 publica su primera novela. Después vinieron los guiones de cine, otras novelas y su regreso al periodismo haciendo entrevistas para la revista Playboy.
Las palabras me han salvado siempre de la tristeza.
Y, entre cuento y cuento, entre novela y novela, la vida: su primer amante reconocido fue su profesor de literatura, Smith College, a él le dedicó su primera novela (Otras voces, otros ámbitos) pero su compañero de vida, con el que mantuvo una relación más larga, fue el también escritor Jack Dunphy; es Dunphy quien al escribir sus Memorias de mi vida con Truman Capote desvela la existencia de un hombre tras el tipo adicto al alcohol y las drogas que vivía obsesionado por el éxito y los celos; fueron precisamente los malos hábitos de Capote los que hicieron que la relación hiciera aguas en varios momentos de su vida pero, cosas del amor, siempre volvían.
En 1966, tras cinco años de investigación e ingente trabajo en el que contó con la inestimable ayuda y compañía de Harper Lee, publica A Sangre Fría y se consagra así como escritor con una novela que pasa por representar un nuevo estilo de literatura y periodismo; pocos años después viaja a Europa y entabla amistad con… ¡los Rolling Stones! llegando a acompañarlos en su gira.
El tercer amor de su vida, con el que mantuvo una relación en sus últimos años, fue John O’Shea pero se trató de una relación, dicen, enfermiza y destructiva…
Es imposible que un hombre que goza de libertad imagine lo que representa estar privado de ella
Truman Capote viajó mucho a lo largo y ancho de su vida y convirtió el Mediterráneo en uno de sus grandes amores, tal vez el primero después de Nueva York: visitó Venecia, Florencia, Roma, Nápoles e Ischia, donde vivió algunos meses en compañía de Dunphy; en Taormina escribió El Harpa de Hierba y en Palamós comenzó a escribir A Sangre Fría (una novela que lo marcó brutalmente, tanto que llegó a decir que nadie sabría jamás cuánto se había llevado de sí mismo el trabajo que hizo para escribirla). El Mediterráneo se convirtió así en una especie de refugio personal y literario para Capote. También visitó Córcega, Gibraltar, Granada, Algeciras, Tánger… e incluso otros destinos de Europa como Países Bajos o Suiza, también Inglaterra, por supuesto.
Una anécdota… curiosa: fue el propio Capote quien publicó que su amistad con Harper Lee venía de antiguo: contó que de niños eran vecinos, que ella era de hecho su mejor amiga y que tenían el hábito de ir a ver los juicios en los que el padre de ella, abogado, trabajaba como hacían los hijos de Atticus en Matar a un Ruiseñor… y de ese modo se reconoció como un personaje de esa novela; el lado oscuro de esta anécdota lo escribió también Truman Capote porque, frustrado como estaba por no haber sido reconocido con el Pullitzer, llegó a decir que Matar a un Ruiseñor lo había escrito él… cosas del alcohol, tampoco hay que tomárselo en cuenta; además cabe recordar también que él mismo reconocía que los celos eran, en todos los sentidos, su peor defecto y la clave de su carácter. ¿Otra amistad ilustre de Capote? Marilyn Monroe…
Una curiosidad más sobre este ya icónico escritor ¿sabías que era terriblemente supersticioso? Detestaba el número 13 (nunca dormía en una habitación de hotel que contuviese ese número) y tampoco terminaba ningún trabajo en viernes porque sería atraer la mala suerte sobre él…
Murió de cáncer de hígado a los 59 años; ocurrió mientras dormía y hay quien dijo entonces que la suya no fue una muerta natural sino buscada (como lo fue la de su madre…) porque el escritor estaba por entonces sumido en una depresión desilusionado tanto de su vida personal como de su carrera profesional.