El Señor de las Moscas.
El Señor de las Moscas es una terrible alegoría de la vida que no debes dejar de leer.
Decíamos al hablar de William Golding que si a Orwell había que leerlo para entender hasta donde nos podían llevar (entiéndase, quienes ostentan el poder tanto si lo hacen democráticamente como si no), a Golding había que leerlo para enteder hasta donde podemos llegar y así es, su primera novela y la más célebre de todas ellas –El Señor de las Moscas- nos explica con todo detalle el modo en el que el ser humano puede convertirse en un salvaje en lugar de en el ser civilizado que reconocemos cada mañana en el espejo.
El Señor de las Moscas es una novela corta, fácil de leer y releer, de apariencia sencilla pero de gran profundidad porque ahonda en la esencia del ser humano, esa en la que maldad y bondad conviven como parte indisoluble de lo que significa ser humano.
La historia es sencilla: un avión en el que viaja un grupo de adolescentes se estrella en una isla desierta, los adultos que los acompañan mueren y ellos se quedan solos en la isla… ¿qué ocurrirá? seguro que estás pensando en otro náufrago célebre, Robinson Crusoe pero lo que le ocurre a este grupo de adolescentes dista mucho de las aventuras del célebre personaje de Daniel Dafoe, a lo que nos invita Golding en esta novela es a presenciar una historia de involución, de revolución caótica, de evolución inversa o simplemente de evolución hacia lo salvaje ¿un imposible? después de leer esta novela no pensarás lo mismo.
El mundo, aquel mundo comprensible y racional, se escapaba sin sentir.
Y es que lo priero que tienes que tener en cuenta antes de disfrutar de la prosa de Golding es que esta novela no es una historia de aventuras, no es un relato épico, es una alegoría, lo de menos es lo que ocurre, lo de más es por qué ocurre y eso es algo que tendrás que ir descubriendo mientras avanzas en la trama de la novela.
A partir de ahora trataremos de cuidarnos mucho de hacerte spoiler alguno pero si eres de los que prefiere no saber apenas nada de una novela antes de afrontar su lectura, resérvate lo que va de aquí al final de esta reseña para cuando hayas terminado su lectura (y ya de paso si quieres y te apetece nos dejas tus opiniones sobre ella en los comentarios).
¿Es que no hay nadie aquí con un poco de sentido común? Tenemos que volver a encender esa hoguera
Los adolescentes que se descubren de repente solos en una isla desierta sin opción de recibir ayuda de adulto alguno representan a la humanidad en el mundo y cada uno de ellos asume un rol como sucede en cualquier sociedad (el líder, el bueno, el mandón, el cruel…) y, a partir de ahí, los personajes evolucionan o, por ser más exactos, involucionan; la naturaleza humana se abre paso como si de un tsunami se tratara ¿a santo de qué? Golding lo tiene claro, sucede ante la falta de límites y de orden de cualquier tipo, lo que Golding nos viene a decir en esta novela es que el ser humano es salvaje por naturaleza y que la educación es lo que lo convierte en un ser civilizado aunque ésta es una conclusión, aun siendo cierta, muy plana que no hace justicia a la profundidad de la novela de Golding y a la riqueza de sus personajes.
En El Señor de las Moscas descubrimos como la inocencia infantil puede morir de forma abrupta, asumimos la inocencia de los niños como un valor que muere poco a poco cuando éstos crecen y evolucionan pero en esta novela ese proceso se concentra en muy poco tiempo, la cruda realidad -están solos en una isla desierta- mata su inocencia, les obliga a crecer deprisa y lo hacen del único modo que conocen, el que les marcan sus propios instintos; comienzan a tender a lo salvaje, a lo primario.
¿Qué es lo que somos? ¿Personas? ¿O animales? ¿O salvajes?
Las confrontaciones que surgen a partir de ese momento son terriblemente interesantes porque no sólo ahonda en la esencia del ser humano haciendo si cabe más grande esta alegoría sino que nos sirven también para extrapolar las diferentes propuestas y actitudes de los niños a la organización de las sociedades adultas y, cuando hacemos eso, es cuando entendemos a Golding y cuando asumimos que, efectivamente, hay que leer a Golding para saber hasta donde podemos llegar caminando hacia delante… o hacia atrás.