Fahrenheit 451 o la distopía que vivimos.
Si vivimos en una distopía cabe que sea en la de 1984 (Orwell) o en Farenheit 451 (Bradbury) tal vez un poco en cada una ellas ¿no crees? hoy nos perderemos en la temperatura a la que se quema el papel de la mano de Bradbury.
Decía Ray Bradbury que en sus obras no había tratado de hacer predicciones sobre el futuro sino avisos, es decir, trata de advertirnos de lo que ve venir, de los destinos a los que nos abocan, irremediablemente, los hechos de hoy; para leer Fahrenheit 451 conviene tener esto muy presente porque solo así distinguirás lo novelesco y distópico del aviso, un aviso de importancia mayúscula: ¡leed malditos! parece gritarnos Bradbury desde las letras de Fahrenheit 451.
Un libro es un arma cargada en la casa del al lado. Quémalo. Quita el proyectil del arma. Domina la mente del hombre.
Claro que no es un grito vacío ni exento de explicación, es más, la novela es toda ella, de principio a fin, un compendio de razones o una gran razón para leer; cada cual sacará sus propias conclusiones cuando transite por la vida de Montag y su señora esposa y la de los personajes con los que se encuentra el bombero que ya no quema libros en su camino hacia ninguna parte… ¿o camina acaso hacia la libertad? pero sin duda algunas conclusiones serán compartidas: que los libros son una fuente de conocimiento, que ese conocimiento nos permite formarnos nuestras propias ideas, pensar libremente… y que sin libros, vacíos de conocimiento, vivimos a expensas de lo que otros piensan por nosotros, vivimos casi fuera de nuestra propia vida, vivimos incluso la vida de otros o, al menos, la que otros quieren que vivamos.
Los que no construyen deben destruir. Es algo tan viejo como la historia y la delincuencia juvenil.
Fahrenheit 451 es una distopía y algo así como un mundo al revés pero también descubrimos en su argumento vínculos con ‘lo conocido’, que los bomberos se dediquen a quemar en lugar de apagar incendios es una ocurrencia Bradbury que nace de otra ocurrencia suya, en el mundo de Fahrenheit 451 los bomberos clásicos, los apagafuegos, son de todo punto innecearios porque las casas son ignífugas ¿qué hacer con los pobres bomberos y su oficio sin sentido en un mundo ajeno al fuego? convertirlos en una herramienta del sistema, queman libros, se ocupan de matar el conocimiento, de borrarlo del planeta porque quienes leen piensan y quienes piensan dudan y sufren… (amén de ser un problema para el sistema).
No era una imposición del gobierno. No hubo ningún dictado, ni declaración, ni censura, no. La tecnología, la explotación de las masas y la presión de las minorías produjo el fenómeno, a Dios gracias.
Ese es el fondo del relato y, sobre ese fondo, un bombero curioso, una mujer… indescriptible a nuestros ojos ¿la inconsciencia hecha persona? tal vez eso, o tal vez un fantasma, a saber; y una historia que no vamos a desvelaros porque quien la cuenta maravillosamente es Ray Bradbury y es por tanto a él a quien le corresponde hacerlo y a ti disfrutar del magnífico placer de perderte en sus letras y su relato descubriendo sus avisos, lee con la mente abierta y los verás sin hacer un gran esfuerzo, son como grandes letreros de neón insertados en la novela (como hemos insertado en este artículo alguna cita extraída, no precisamente al azar, de ella).
Toda la cultura está deshecha (…). Nuestra civilización está destrozándose. Apártese de la centrífuga.
¿Por qué hay que leer Fahrenheit 451? para que cuando alguien diga ‘no me gusta leer’ o peor ‘a mi hijo no le gusta leer’ algo explote en nuestra cabeza, nos haga reaccionar recordándonos que nadie nace sabiendo ni leyendo y que el gusto por la lectura no va en los genes sino que se cultiva. Y que todo eso explote además sonoramente en nuestro cabeza para aislarnos del ruido absurdo que habla de intelectuales y egos gordos ante una mente cultivada porque, como decía Bradbury, tal vez naufraguemos pero hagámoslo al menos sabiendo que nos dirigíamos hacia la playa.