El último hombre. Mary Shelley

El último hombre es una magnífica novela que demuestra que la ciencia ficción nació con Mary Shelley y, aunque ambientada a finales del S.XXI en una Inglaterra republicana, parece escrita para los años 20 que encaramos ahora…

El último hombre es una novela apocalíptica, una distopía escrita ‘por el autor de Frankenstein; así firmó Mary Shelley sus obras tras el éxito de Frankenstein por dos razones, la primera porque, tras su publicación, hubo cierto ‘lío’ en cuanto a quien era el autor de tamaña novela y la segunda porque, como le sucedería después a George Eliot (Mary Ann Evans), le resultaba más cómodo publicar sin desvelar que era mujer y ahorrarse los prejuicios del momento según los cuales las mujeres solo escribían lo que George Eliot dio en llamar ‘novelitas tontas‘.

El último hombre es cualquier cosa excepto una novelita tonta, tiene en su estructura y desarrollo algo de las novelas victorianas clásicas, tiene en su relato mucho de ciencia ficción y tiene, además, como perla, unos personajes creados a imagen y semejanza de las gentes del entorno de Mary Shelley, gentes como ella misma, que se ‘esconde‘ tras el narrador (Lionel Verney), su marido Percy Shelley, en quien se inspira el personaje de Adrian, o el mítico Lord Byron que es en esta novela el épico Lord Raymond.

Yo los odiaba a todos y en la última y peor de mis degradaciones empecé a odiarme a mí mismo. (…) Proseguía mi guerra contra la civilización y a la vez deseaba pertenecer a ella.

Y diríamos más, El último hombre es una novela que nos retrata como seres humanos porque la historia creada por Mary Shelley lleva a la humanidad al borde de un abismo y desnuda la esencia misma de los seres humanos, muy especialmente de los llamados a liderarlos, sus dirigentes políticos; sí, sus dirigentes políticos en una Inglaterra que ya no tiene rey ni reina, es una república en la que, dicen, manda el pueblo y no la aristocracia pero ¡ay amigos! ¡lo desnudo que queda el pueblo soberano llamado a mandar cuando vienen mal dadas!.

La decepción es la deidad custodia de la vida humana.

Solo con las pinceladas que hemos dado ya sobrarían los motivos para hacerse con esta maravillosa novela y disfrutarla pero vamos a daros un motivo más: ¿imagináis cuál es el abismo al que se acerca el ser humano en las páginas de esta novela? su extinción a causa de una plaga, la peste (¿se os ha subido el corazón a la garganta? ¡calma! aun el el hipotético caso de que lo de Mary Shelley tuviera algo de predicción, la novela está ambientada a finales del S.XXI, no es nuestra plaga).

Necio es el que sueña con un momento postergado.

Claro que, aunque no sea la plaga definitiva, lo cierto es que sufrimos una y descubrir de la mano de Mary Shelley las debilidades de los políticos del gobierno inglés os removerá por dentro porque la soberbia y el egoísmo, el afán de poder, la cobardía, las mentiras… todo ese cóctel que tiempos de vacas gordas se marida con whisky escocés y parece hasta degustable, se agria y es sencillamente insoportable cuando llegan los tiempos de las vacas flacas. Sí, te resultará imposible hacer alguna que otra analogía con los tiempos que vivimos…

Muchos de sus partidarios más moderados temían por igual la caprichosa tiranía del partido del pueblo que el despotismo férreo de los aristócratas.

El último hombre es una novela que habla de hombres y mujeres que se enamoran, que sufren y que también son felices, habla de mujeres que se rebelan contra su destino y de otras que intentan someterlas a él, habla de hombres valientes y generosos y de otros cobardes e incluso malvados, habla de madres y de padres, de miedo, de libertad, de poder, de responsabilidad y del arte de liderar. Son muchas las aristas a las que se acerca Mary Shelley en esta novela, muchos los claroscuros en los que se recrea y, además, consigue algo que hacia el final de la novela se nos antoja casi imposible, cerrarla con el final perfecto, con un final a la medida de la historia que aquí se relata.

Los hombres no eran felices, no porque no pudieran, sino porque no se alzaban para superar los obstáculos que ellos mismos habían creado.

Al principio cabe que detestes a Lionel Verney, el narrador, pero aprenderás a amarlo como amarás a Adrian y a su hermana Idris; Perdita, la hermana de Lionel, te resultará un ser lejano y esquivo, a ratos la comprenderás y a ratos desearás gritarle de viva voz; Lord Raymond es el clásico hombre del que podrías enamorarte o al que podrías llamar de todo y nada bueno… Y eso solo hablando de los personajes esenciales de la novela porque hay más, porque el ambicioso y cobarde Ryland también te removerá por dentro aunque en sentido muy diferente a como lo hará Clara ¡ay la Condesa de Windsor! ¡cuán detestable personaje!…

La libertad vale más que la vida y los griegos hacen bien en defender su privilegio hasta la muerte. Pero no nos engañemos. Los turcos son hombres.

Y cuando termines de leer la novela sonreirás a medias recordando el modo en el que Mary Shelley reconoce que el Mediterráneo es la cuna de civilización, que es ahí, tanto por su clima por su historia, donde el ser humano ha florecido; cabe incluso que alguna de las ideas defendidas por Mary Shelley a través de esta historia tan distópica como apocalíptica se quede grabada a fuego en tu cabeza y te sirva para pelear la vida en estos tiempos pandémicos que vivimos… Alguna idea como las que hemos ido ‘colando’ a modo de cita en este artículo, todas extraídas de El último hombre.

En tiempos de desgracias debemos luchar contra nuestros destinos y esforzarnos por que estos no nos venzan.

No te resultará nada difícil conseguir esta novela porque si bien hasta los años 60 del siglo pasado no se le prestó demasiada atención, sí gozó entonces del reconocimiento que merece y, dados los tiempos que vivimos y con gran acierto, la editorial Akal acaba de re-editarla tanto en papel como en versión para e-book.

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